La idea era celebrar en una boda campestre, con un toque argentino y español y muy divertida en la finca de los novios. Conseguir que todo saliera perfecto fue mi trabajo.
Aunque la propiedad de la familia era preciosa, había que convertirla en un lugar cómodo para los sesenta invitados que iban a venir. La magia se consigue con imaginación, y con el trabajo de un estupendo equipo de profesionales que transformaron el jardín con su iluminación y unos toques originales ¿bancos para poder sentarse durante la ceremonia? ¡No, mucho mejor unos fardos de paja con una alfombra para que sean cómodos!
La decoración de boda la daba, ademá,s la espectacular naturaleza de la zona.
Para la ceremonia civil, una larguísima mesa a la italiana, donde todos disfrutaron de un catering de unos especialistas argentinos. Risas, brindis, discursos, alguna lágrima, cómo no, y un gran aplauso en el beso de los novios.
Después de la cena, música, mucha música, baile, cotillón, fiesta por todo lo alto hasta que el amanecer marcó el final.
Muchos habían venido de lejos para la celebración, así que al día siguiente se revivió la tradición española de la tornaboda, una gran paella para los que se quedaron, instrumentos para los que sabían tocarlos, bebidas para gozar de un tiempo lento junto a la gran piscina…